Marcelo Tinelli

Marcelo Tinelli

El ajedrecista del poder

Volvió

31/05/16 10:17 | Nacionales

Marcelo hace tiempo dejó de ser productor para convertirse en un gran lobbista”. La frase es contundente y saca a la luz un Tinelli muy diferente del muchacho de Bolívar, humilde y bonachón, que el público conoce y cuya imagen él se empeña en mantener. La descripción de este nuevo rol de Tinelli impacta no sólo por lo que significa sino también por quién lo dice: un allegado de extrema confianza que lo conoce como pocos.

Si bien es cierto que frente a las cámaras es uno de los mejores y con el que más empatiza el público, en los últimos años se convirtió en un habilidoso estratega que aprendió a sortear las trabas de la política con un solo fin: acumular poder.
Primero, desde la tele y manejando su seducción con el rating, logró inquietar a los políticos con imitaciones que podían ridiculizarlos o encumbrarlos. Así se convirtió en un personaje influyente a la hora de promover candidatos. Pero después Tinelli decidió trabajar para sí mismo y metió las narices en un mundo mucho más resbaladizo que, el ya de por sí traicionero, minuto a minuto: el fútbol e , indirectamente, la política. En esta transformación es donde aparece una faceta desconocida para el gran público. Un hombre que, a veces de manera caótica, busca generar más influencia en el mundo de los negocios de la mano del producto que mejor sabe vender: él mismo. Una máquina de construir poder que no tiene escrúpulos y que si es necesario utiliza la presión y el apriete para lograr sus objetivos. “Tinelli es un kamikaze. Sólo piensa en él”, admite uno de sus hombres de confianza. Un lobbista letal.

Oficialitis. En sus aspiraciones a presidir la AFA, Tinelli nunca encontró un apoyo real en el Gobierno. Si bien el presidente Mauricio Macri le palmeó la espalda y se dijo su amigo, por lo bajo, sus principales operadores como el presidente de Boca, Daniel Angelici, le pateaban en contra. Sin embargo, en las últimas semanas, el conductor logró revertir esa situación porque coincidió en un negocio en el que Macri venía interesado desde hace mucho tiempo: la “Súper Liga”, un campeonato inspirado en el modelo español, que maneja mucho más dinero que el “Fútbol para Todos” ya que la transmisión y comercialización está privatizada.

“Soy el pastor Giménez de la Súper Liga porque vengo a evangelizar”, bromeó Tinelli y Angelici lo aplaudió en la interna de la AFA, donde algunos dirigentes se niegan a implementar este sistema que beneficia a los clubes grandes.

Un detalle que pocos recuerdan es que Macri y Tinelli, según sus allegados, habrían sido socios en el club Badajoz de España –una fallida apuesta futbolística de los ‘90–, aunque, en realidad, quien aparecía en los papeles era el íntimo amigo del presidente: Nicolás Caputo.

Un calculador. Hoy la televisión para Tinelli parece ser el equivalente de lo que Clarín es a Magnetto. Sucede que desde la pantalla chica y las redes sociales, el conductor les da los golpes más duros a sus rivales.

“Ya sabés, Horacio. Yo soy libre y voy a seguir siéndolo”, le contestó el conductor al actual jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, durante una cena en su casa, luego de que el funcionario de Cambiemos le preguntara si podía aflojar con los palos contra Macri.
Con respuestas de ese tipo, Tinelli intenta demostrar la independencia que gestó gracias a la credibilidad y el poder que le dio la televisión. “Tinelli es tinellista”, es el caballito de batalla que repiten quienes lo conocen. Todos saben que el conductor es indomable. Y quizás por eso también temible.

Tinelli ya había comprendido el poder que tenía en sus manos en el 2009, cuando con 30 puntos de rating bajo el brazo y gran olfato, realizó su mejor jugada política: “Gran Cuñado”, una sátira de políticos, en aquel momento en plena campaña electoral, que siempre utilizó para ridiculizar candidatos. Arma poderosa, si las hay. Aquel año, muchos atribuyeron la derrota electoral de Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires contra Francisco De Narváez a la popularidad que este logró gracias a la pegadiza frase “Alica Alicate”.

“Marcelo tiene la virtud de siempre caer bien parado. Nunca termina perdiendo él. Y cuando parece que va a tropezar o caer, de alguna manera se las ingenia para dar vuelta todo y zafar”, afirmó un ex titular de un canal que tuvo al conductor entre sus estrellas.
“Si lo acompañás, te cuida, sino agarrate. La gente ve a Marcelo como un buen tipo y le cree. Eso hace que si él dice que sos un corrupto, entonces estás al horno. ¿Y la gente a quién le va a creer, al político, al empresario corrupto o a Marcelo? La respuesta la conocemos todos”, explicó un integrante de su círculo íntimo.

Hoy, Tinelli siente que logró parte de ese poder por el que viene trabajando hace años. Porque, como sentenció uno de sus eternos laderos de confianza: “A Marcelo hoy le importa más el poder que el dinero. Es un ajedrecista que sabe cuándo avanzar y, a veces tarda en dar marcha atrás, pero siempre cae bien parado”.


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